Un inacreditable caso sucedió en una ciudad de la provincia del Espirito Santo, Brasil.

Fátima estaba tres meses de vacaciones en casa de sus abuelos, al sur de Brasil, y habia dejado su perro juguete, un perro de color amarillo como todos los otros los que se encuentran hacia calles del país. Acá los apodaron de "vira-lata caramelo", un clásico de la creatividad de los brasileros que casi se volvió en dinero, pero eligieron a otro animal de lo cerrado brasilero.

Juguete estaba con los padres de Fátima, pero amaba a su dueña y ella lo amaba igual. Todos los días o casi todos hacia videollamada para sus padres y siempre jugaba con su cachorro. La cola se iba de un lado al otro, todos los días en que la via en el móvil de los padres de Fátima.

Lo que sucedió trás los tres meses de vacaciones fue algo inacreditable. Juguete estaba junto a la silla del padre de Fátima y escuchó un ruido de puerta abriendo, levantó sus orejas y pudo sentir el dulce holor de la alegria volviendo a llenar toda la casa.  ¡Era Fátima!

Juguete volvió a ponerse contento

La pequeña llegó gritando su nombre, juguete salió como un rayo en el cielo y se tiró en los brazos de su amada.

La alegría era tan grande, tan sincera que juguete no se aguantó y se desmayó. Tuvo una parada cardíaca y todo se hizo oscuro por algunos segundos que parecieron una eternidad. 

Afortunadamente, el padre de Fátima era veterinario y pudo realizar los procedimentos necesarios.

Fátima lo agarró y vió sus ojos abiertos otra vez.

¡Juguete!

Estaba todo en orden otra vez. Juguete volvió a ponerse contento por la llegada de Fátima y la muerte quedó sin su prémio.

El prémio lo ganaron Juguete y Fátima.