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Buda indicó que la raíz del sufrimiento humano es el apego que tenemos por las cosas que son transitorias. Sin embargo, existe el apego de los apegos, el mega-apego. ¿Quieres conocerlo a través de la filosofía de Epícteto? Aquí te lo explico
Buda fue uno de esos grandes sabios de la humanidad que, sin tener que recurrir a la invención de teorías como: “el “pecado original”, “la lucha entre las fuerzas del bien y el mal”, y otras similares; resolvió el gran enigma del por qué los seres humanos parecemos condenados al sufrimiento:
Él se refirió a que una de las causantes fundamentales del sufrimiento humano se debía al apego que tenemos por las cosas que son impermanentes, transitorias.
Sin embargo, todos los apegos que puedas experimentar en tu vida son solo variantes de un apego mayor.
¿Quieres conocerlo a través de la filosofía de Epícteto?
Aquí te lo explico.
La mente se apega a las cosas que están en constante cambio: las relaciones, las personas, los objetos, los sucesos, los deseos, las emociones, etc.
Ella busca lo que no cambia en lo que cambia y es por este motivo que la vida de muchas personas se vuelve un frenesí indagando dónde encontrar esa estabilidad, esa tranquilidad, esa seguridad que llaman dicha, paz, felicidad.
Sin embargo, todos esos infructuosos apegos que solo hacen que nos enredemos más en la madeja del sufrimiento (algunas religiones a este ovillo del sufrimiento le llaman “samsara”); dependen de un apego mayor, dependen del así llamado “el apego de los apegos”.
De hecho, si logras desapegarte de ese “mega-apego”, tu victoria sobre el sufrimiento es pan comido.
¿Cuál es ese mega-apego?
Para contestar a esta pregunta te invito a reflexionar sobre un suceso de la vida de Epícteto.
Epícteto fue un filósofo griego, de la escuela estoica, que vivió parte de su vida como esclavo del Emperador en Roma.
Cuentan que un día unos soldados lo golpearon tan brutalmente que le rompieron una pierna y lo dejaron tullido por el resto de sus días.
Cuando las personas le preguntaban cómo se había convirtió en inválido, Epícteto respondía: -Yo no soy inválido, mi pierna lo es.
¿Por qué contestaba de esa manera?
Porque él había comprendido en qué radicaba todo el meollo del desapego.
Él estaba totalmente desapegado de su cuerpo porque sabía que el cuerpo es solo una manifestación de la Vida, así como una ola es una manifestación del océano.
Él creía firmemente que su verdadera esencia no estaba en la parte fenoménica y que la naturaleza intrínseca de todo lo que se puede experimentar no estaba en la dimensión de las formas. Para él lo verdaderamente permanente, a lo que tenía que aferrarse, no podía ser visible, ni comprendido por la mente.
“La única esclavitud es su constante memoria de que usted es el cuerpo”. NISARGADATTA
En sus reflexiones Epícteto se percató de que él no era el cuerpo, de que él no era lo que su mente pensaba que era.
En una trascendencia como la que plantea la meditación, Epícteto estaba convencido que la mayor infelicidad que puede experimentar un ser humano estriba en identificarse con esta forma que llamamos “cuerpo-mente”.
Y la razón es sencilla: Cuando equivocamos la manera de concebir nuestra esencia y la asociamos con lo impermanente como lo es nuestra forma; percibimos toda la incertidumbre con la cual tenemos que lidiar.
Muy internamente sabemos que en esta falsa identidad estamos expuestos a muchos eventos que pueden acabar en un santiamén con ella: la vejez, la enfermedad, la muerte, los desastres naturales, los cambios y situaciones sociales…, y la lista resulta interminable.
Estamos conscientes de la fragilidad de eso que llamamos “nuestra identidad” y nos convertimos en celosos guardianes para tratar de aniquilar todo aquello que pueda estorbar a la “aparente” estabilidad de esa identidad.
Así nuestra vida se convierte en un verdadero sufrimiento que nos desgasta y nos agobia. A veces, al final del camino, comprendemos que en realidad no hemos vivido porque nos hemos embarcado en el eterno viaje del samsara (el proceso cíclico del sufrir por estar constantemente apegados a las cosas que no te pueden dar Vida porque ya lo eres).
Por eso el consejo es claro:
Si quieres no sufrir; sé apasionadamente desapegado, y el primer y último paso de este camino hacia el completo desapego comienza con la no identificación de la falsa identidad de que eres ese cuerpo-mente, el primer y último paso comienza con la búsqueda de tu verdadera identidad.
¿Te atreves a meditar todo el tiempo sobre esto?
Imita a Epícteto. Él conoció la clave para dejar de sufrir, él dejó de enfocarse en la dimensión de las formas y, aunque esclavo, se emancipó no solo del Emperador, sino del mundo.
Es como brillantemente lo expresó el gran meditador Nisargadatta Maharaj:
“La única esclavitud es su constante memoria de que usted es el cuerpo”
RECUERDA:
De la misma manera que tu cuerpo no es tu esencia, estas reflexiones tampoco son la esencia de la contundente identidad de todo lo que existe, pero claro, esa búsqueda te la dejo a ti.
El meditar sobre esto es una cuestión privada y solo tú podrás develar ese secreto cuando sientas una inmensa pasión por saber y experimentar quién eres.
MUCHAS GRACIAS.