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Que Pedro Sánchez quiera hacer todo lo contrario de la política económica de Mariano Rajoy es chocante en Francia, donde el presidente socialista François Hollande trata de parecerse al conservador español.
El problema para Hollande y para su primer ministro Manuel Valls ?de origen catalán, pero nada simpatizante de los nacionalistas y los separatistas?es que sus bases rechazan ese acercamiento a las ideas de Rajoy, al menos, en cuanto a seguridad ciudadana y legislación laboral.
Tanto la extrema izquierda como la izquierda más activa de los socialistas se han opuesto a sus dos últimas iniciativas:
Una reforma laboral cercana a la de los populares españoles, y otra constitucional para privar de ciudadanía francesa a los terroristas islámicos nacionalizados, que Hollande ha tenido que retirar por falta de apoyos socialistas.
Entre tanto, el expresidente y posible candidato presidencial en 2017 Nicolas Sarkozy, líder de Los Republicanos, la derecha clásica, azuza las divisiones socialistas.
Y a Marine Le Pen, presidenta del Frente Nacional (FN), le hacen la campaña presidencial el terrorismo yihadista y la crisis económica y laboral, de la que culpa a la UE y al libre comercio.
El FN crece basándose en su populismo y nacionalismo como movimiento más tolerante y menos antisemita que cuando su padre era el líder.
Para Francia es una tragedia la actual tasa de paro, del 10, 2-10, 6 por ciento ?la mitad del español--, muy alta para el Gobierno, que desea reducirla facilitando despidos en empresas poco productivas y mejorando los contratos en las más cualificadas.
La fórmula Le Pen promete volver al franco francés, renacionalizaciones, posible salida de la UE y control de las competitivas importaciones: curioso, lo mismo que exige la débil ultraizquierda.
Sólo se diferencia del español Podemos en que rechaza toda consulta sobre independencias regionales y en que cerrará, no abrirá, las puertas a islamistas, lo que, según las encuestas, apoya la mayoría de los franceses.
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