¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Llop escriba una noticia?
No solemos pensar en la muerte, no nos gusta recordar que somos seres finitos, con fecha de caducidad, que no somos eternos. Siempre es triste que se acabe la vida, algo tan cotidiano como despertar cada día, cada mañana...
No obstante todos vamos a pasar por ese trance, ese final que nunca sabemos cuando será, pero seguro que será.
A veces, seguramente demasiadas veces no disfrutamos del hecho de vivir, de estar en esta especie de sueño del día a día, que es lo único seguro que tenemos los seres vivos, vivir.
Parece algo como un derecho, debemos de vivir, debemos de disfrutar de nuestra existencia, pero no es un derecho, es un milagro creado biológicamente por la combinación de células que fecundan y son fecundadas y crean a un ser vivo.
Olvidamos que somos seres únicos y que no por eso somos peores ni mejores, pero sí irrepetibles aunque reemplazables.
Vivir es una especie de sorpresa que nos ocurre a miles y millones de seres que un día fuimos paridos, que nacimos.
Puede que la vida sea mejor o peor para cada uno de nosotros, y que las circunstancias que nos rodean nos lo pongan más fácil o menos.
Pero vivir, siempre es el resultado de un milagro y de una elección o de una casualidad.
La elección a veces la hacen los que nos procrean, a veces no es así, pero el decidirse a vivir, es una elección que hacemos a lo largo de nuestra existencia.
No es fácil saber vivir bien, no es fácil acertar lo que debemos de hacer y que nos salga bien.
Pero lo que ocurre mientras hacemos o dejamos de hacer cosas, es la vida.
Llegará el día del adiós, y supongo que casi nunca estaremos preparados para partir, ...
Dejar de vivir, no es plato de gusto normalmente, excepto casos en que se sufre de dolores o grandes penas o desórdenes mentales... digo yo...
Cuando personas de nuestro entorno faltan, tanto familiares, como amigos e incluso conocidos, algo nos pasa en el estómago que parece que sea un volcán.
Las piernas parecen convertirse en gelatina y pierden su fuerza y rigidez durante unos instantes.
Te voy a dar un abrazo, te voy a decir que te aprecio o que te quiero, hoy es el día y no lo voy a dejar para mañana
Notamos un vacío momentaneo del cerebro, un hormigueo en la cabeza, una honda tristeza y muchas veces una profunda incredulidad.
La desazón y la zozobra nos golpea ¿cómo es posible que haya ocurrido eso a tal persona?
Ansiedad y pena es lo que quizás mejor defina ese momento inicial de la triste y dura noticia de la muerte de alguien querido.
En realidad, el que más pierde es el que fallece, pero a los que deja detrás los deja dañados, irreparablemente tristes y con un vacío irrellenable.
Por lo tanto, debemos de aprovechar el tiempo que tenemos compartiéndolo con las personas que nos quieren y a las que queremos.
Cuando las personas queridas se van, siempre hay un arrepentimiento del tiempo perdido y de las cosas que nunca les dijimos.
Seguramente nuestros familiares y amigos lo saben o lo sabían, pero nunca está de más decirles que les queremos y estar con ellos lo máximo posible.
El egoísmo personal, la comodidad y otras historias mentales como rencillas, discusiones pasadas y otras tonterías nos hacen fallar en repartir nuestro tiempo y cariño con los que lo merecen.
Los besos, abrazos y palabras de cariño y amor, nunca deben de dosificarse, sino todo lo contrario, deben de repartirse generosamente.
Hoy ha faltado un amigo, hacía tiempo que no lo veía, pero su partida me ha dejado triste y compungido.
Nunca estamos preparados para oir ¿sabes quien se ha muerto? Malditas palabras... que nunca querríamos oir...
Debemos de disfrutar la vida lo mejor posible, con bondad y dando cariño y recibiéndolo.
Al final, hay que entender claramente que estamos de paso y aunque parezca que la vida es muy larga, es cual suspiro.
¡ Vívamos con sana alegría y cariño !