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El error fatídico de la mayor parte de las personas en todo el mundo es la negligencia por querer conocer la raíz o causa real del sufrimiento y frustración de todos los afectados con problemas tan complejos como la fobia social
.Según un refrán popular, “el que no sabe es como el que no ve” y es una afirmación que aplica perfectamente para con todos aquellos que ignoran los sufrimientos de los individuos afectados por los tratornos de fobia social y depresión.
Ahora bien, continuando con nuestro caso de pacientes con trastorno de ansiedad social (o TAS), ¿a cuántas personas que conoces o que has tenido cerca en algún momento les han dicho frases como: “¿Por qué usted es tan tímido?”, “este penoso, ¿por qué no habla?”, “¡parece bobito, ¿no?!”, “¿se le comieron la lengua los ratones?” y etc.? Pues, querido amigo/a, esta situación y estos casos definitivamente no son objeto de broma, no es humano ver tales ocasiones como graciosas y perfectas para hacer alarde de nuestra gran habilidad por desenvolvernos en un entorno social por encima de unos miserandos seres que son presa de una insondable timidez y deseo de no existir más. De ningún modo. Hay que entender las implicaciones, las afectaciones tan profundas que significa para este tipo de individuos el hecho de ser censurados, o confrontados por causa de su situación. Casi siempre estos dichos individuos carecen de valor o fuerza emocional para hacerse entender o defenderse y deben sumirse en un foso oscuro y sin esperanza en el cual reina un círculo sin fin de auto-laceración moral
Y es que existe un miedo generalizado a tratar sobre todo este tema, ya sea por la falta de educación o la creencia de las generaciones pasadas, las cuales inculcaron a las más recientes, con respecto a considerar vergonzoso el hablar o el siquiera mencionar todo este asunto; Pues, según muchos, el admitir tener tales anomalías o cortedades de ánimo conllevan a una personalidad mas cobarde y, por tanto, indigna de merecer respeto, cultivándose asimismo la creencia de que no hay otra solución a dichas angustias, sino resignarse a soportarlas hasta que en algún punto de la vida, y como “por obra del azar”, estas decidan apartarse de quienes las padecen. Por esta causa incontable número de individuos afectados han tenido que llevar una vida entera llena de pesadumbres y desesperanzas sin siquiera poder ver una luz al final del túnel.
Por último, y como he dicho anteriormente, el mal radica en el desconocimiento por parte del grueso de seres humanos respecto a toda esta situación, pues afortunadamente la ciencia ha avanzado lo suficiente durante los últimos cincuenta años como para contrarrestar los efectos adversos de todos estos padecimientos.